Inspirado en Versalles: el monumental palacio que puede visitarse gratis donde vivió y fue asesinado un presidente argentino

A poco más de 20 kilómetros de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, se encuentra una verdadera joya arquitectónica que resiste el paso del tiempo. Conocido como el Palacio San José, hoy Museo Nacional Justo José de Urquiza, esta construcción continúa impactando a quienes lo visitan diariamente por ser todo un símbolo de la época.
La obra demandó doce años de trabajo, entre 1848 y 1860, y fue encargada por uno de los hombres más poderosos de la época: Justo José de Urquiza. Conocido como el verdugo de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros, fue gobernador de Entre Ríos y luego presidente de la entonces Confederación Argentina. No lo sabía, pero el hogar que hoy es uno de los museos más importantes se convertiría en su tumba. Secretos y curiosidades de esta belleza que comparan con Versalles.

Un palacio en medio del campo
De estilo italianizante, con detalles coloniales, cuenta con: 38 habitaciones, tres patios, dos grandes jardines, una capilla, miradores y hasta un lago artificial. Si bien fue bautizado como “Posta San José”, pronto pasaría a conocerse como palacio.
Para 1853 Urquiza ya proyectaba la obra y contrató a Jacinto Dellepiane y para 1857 convocó al arquitecto Pedro Fosatti. En los jardines hay bustos de mármol de Alejandro Magno, Hernán Cortés, Julio César y Napoleón, que fueron traídas de Italia. Además, hizo construir dos palomares, cada uno de 150 metros cuadrados.
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Su frente, enmarcado por dos torres simétricas ubicadas en las esquinas, está adornado con un friso con motivos clásicos y un barandal que en su centro tiene el escudo provincial. Este da paso al Patio de Honor, rodeado por una amplia galería con un frente de arcos que se asientan sobre columnas de estilo toscano, en la que se ubicaban las salas de recepción, escritorios, el salón de billar, comedores y los dormitorios para la familia del general y sus ilustres visitantes.
El segundo patio, denominado Patio del Parral, está bordeado por un parral de hierro forjado y es semejante al anterior. En él se encontraban las habitaciones para los visitantes de menor categoría. El interior estaba decorado con cuadros y murales como los del artista uruguayo Juan Manuel Blanes, quien pintó una serie de batallas en las que participara el general.
Al mejor estilo de Versalles, contaba con una sala de los espejos de origen francés y un artesanado hecho en madera de pino blanco de material importado. Dentro de ella había un piano de cola de origen alemán y se utilizaba para las reuniones que llevaba a cabo el general con sus invitados, generalmente estos hacían uso de los juegos de mesa.

No lo sabía, pero el hogar que tantos años tardó en poner de pie, sería el lugar de su muerte.

Urquiza, entre el mito de sus hijos y el terrible final
El caudillo se casó solo una vez con Dolores Costa, el 23 de abril de 1865, cuando él pasaba los 60 años. De esa unión nacieron 11 hijos, pero el vencedor de Caseros comenzó a poblar la pampa mucho antes porque tuvo 12 con parejas anteriores: su primer hijo nació cuando tenía 19 años y la más chica era apenas un bebé cuando murió.
Le fueron legalmente reconocidos 23 hijos por la Ley Federal N.º 41 en donde ponía en un pie de igualdad a los 11 hijos legítimos con los extramatrimoniales que tuvo de soltero (hay versiones que señalan que tuvo entre 105 y 114 hijos en toda su vida).

La década que le siguió a Pavón Urquiza tomó una postura “neutral” ante los constantes levantamientos contra Buenos Aires, utilizó la Guerra del Paraguay para beneficios económicos a pesar del rechazo en la población y cuando finalizó invitó a su casa al entonces presidente unitario Domingo Faustino Sarmiento. Dicho gesto le valió el repudio de sus seguidores y una sublevación en su contra.

Su ex aliado, Ricardo López Jordán, organizó una revolución para derrocarlo y el 11 de abril de 1870 una partida de 50 hombres armados, al mando del coronel Robustiano Vera, irrumpieron en su residencia del Palacio San José. Uno de los atacantes de apellido Álvarez le disparó cerca de la boca, lo que terminó siendo una herida mortal. Otros dos de los rebeldes lo remataron con cinco cuchilladas mientras su esposa Dolores y una de sus hijas intentaban llevarse el cuerpo para la habitación. Ese mismo día, sus dos hijos mayores: Carmelo y Waldino también eran asesinados -ambos íntimos de López Jordán- lo que hace pensar que la orden no era acabar con sus vidas sino apresarlos.