El bar que nació con la primera avenida de Buenos Aires y hoy cuida de una de las tradiciones más preciadas de los porteños

La Avenida de Mayo no es más que un fiel reflejo de la historia argentina: inaugurada el 9 de julio de 1894, conecta Plaza de Mayo con la del Congreso, en un intento simbólico de unir al Poder Ejecutivo con el Legislativo. A fines del siglo XIX, Argentina se posicionaba como una potencia sudamericana a los ojos del mundo y en plena primera oleada inmigratoria que terminaría siendo decisiva en su estilo. Entre sus diez cuadras resaltan cafés y negocios que se muestran inmutables al paso del tiempo y se convierten en guardianes del ayer. Ese el caso de Los 36 Billares.
Se sabe que el país y su identidad fueron construidas por una fuerte influencia europea que se puede ver plasmada en varios sitios conocidos de Buenos Aires y esta avenida ciertamente no es la excepción. Podemos hacer dos divisiones claras: desde el Cabildo hasta 9 de Julio un estilo francés y desde 9 de Julio hasta Plaza del Congreso, un estilo español que por momentos nos hace pensar que estamos de paseo por Madrid.

La historia del café ubicado en Avenida de Mayo al 1271 conecta las raíces españolas con las argentinas, decidido a cuidar con recelo una de las tradiciones que nos legaron aquellos que bajaron del barco buscando un futuro mejor. Así nació el Bar Notable que cautivó a Federico García Lorca.
Los 36 Billares
Abriendo sus puertas en julio de 1894, al principio por 24 horas, tenía un claro propósito: combinar la tradición del café con el juego del billar que era la gran sensación de la época. Su nombre alude a sus 36 mesas, contando con amplios salones y una fachada de estilo francés a cargo de los arquitectos Colmegna y Tiphaine.
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¿Cómo nació el fervor por el billar? Fue a finales del siglo XIX y principios del XX, haciendo que este bar se convierta de manera instantánea en el lugar favorito para sus adeptos en pleno centro porteño. Por el auge de esta actividad, abrieron numerosos locales similares, pero solo Los 36 Billares perduró en el tiempo.

Por aquellas mesas pasaron figuras de renombre como Abelardo Arias, y periodistas como Miguel Ángel Bavio Esquiú o Timo Zorraquín. Pero el más destacado fue el poeta García Lorca, quien vivió varios meses en el Hotel Castelar -a metros del lugar- y utilizaba las instalaciones en búsqueda de inspiración.
Cierre y renacer
Para 2013 comenzaron los problemas y, por primera vez, la posibilidad de cierre era real tras ser comprado por una cadena de pizzas. Ante la amenaza, se llevaron a cabo diversas acciones para preservar la esencia cultural. La Legislatura porteña, a su vez, declaró al establecimiento Patrimonio Cultural de la Ciudad, impidiendo cambios en su uso y estructura sin aprobación gubernamental.
Para 2014, logró reabrir sus puertas tras trabajos de remodelación y restauración. El legendario subsuelo fue reciclado a nuevo, conservando las características y el estilo propios que hicieron de los 36 Billares una de las más renombradas plazas del billar mundial, y uno de los sitios de interés de la Ciudad de Buenos Aires.

Avenida de Mayo sigue y seguirá cuidando celosa de todos los argentinos y su historia, seguirá transformándose y a la vez quedando intacta en su esencia mientras sigan pasando generaciones que intentarán dejar una huella en alguno de sus rincones. Allí está esperando ser lugar de encuentro de nuevos hechos trascendentales.
La estación oculta del subte A que nadie conoce
En una de las imponentes calles de la avenida se encuentra el Pasaje Roverano, inaugurado en 1918, que parece detenido en el tiempo con detalles que desnudan lo que era la época de esplendor de Buenos Aires. El edificio, construido con estructura metálica, consta de subsuelo con locales comerciales, una galería comercial y 7 pisos de oficinas.
El pasaje es famoso porque lo frecuentaban figuras como Antoine de Saint-Exupéry, empleado de la Compañía Aérea Nacional con sede en el segundo piso, e incluso el papa Francisco se cortaba el pelo allí en la época en la que era Arzobispo. Pero además es el lugar del “atajo” para tomar el subte de la línea A, el más antiguo de Sudamérica.

La estación secreta era usada diariamente por quienes trabajaban en el Pasaje, pudiendo tomar el vagón de la estación Perú. Hoy está cerrada, pero los curiosos puede asomarse para ver pasar el transporte y deleitarse con su imponente arquitectura. Casi como detenido en el tiempo.
El subsuelo tiene más locales y el pasillo que conecta al Pasaje con la estación Perú de la línea A. Esta conexión fue construida junto con el nuevo edificio del pasaje, y autorizada por una resolución municipal del 30 de julio de 1915.