Cuando el papa Francisco afeitó a Jorge Luis Borges: la impensada amistad que duró toda la vida

Las figuras de Jorge Luis Borges y Jorge Bergoglio son más que conocidas, el primero se transformó en uno de los escritores más importantes de habla hispana y el segundo fue elegido papa en 2013, pasando a la posteridad como papa Francisco. Pero además de sus logros, sus vidas se cruzaron casi de casualidad para dar inicio a una amistad que trascendió este plano.
Cómo y cuándo unieron caminos y la increíble anécdota de un futuro papa afeitando al escritor más famoso que dio la Argentina.

Todo empezó en Santa Fe
Bergoglio fue maestrillo en el colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe. Es ahí, durante la década de 1960, que conoció a Borges. Incluso el episodio fue narrado por el propio pontífice en su autobiografía “Esperanza”.

“Cuando, con apenas veintisiete años, me convertí en profesor de Literatura y Psicología del colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, impartí un curso de escritura creativa para los alumnos y decidí mandarle, por mediación de su secretaria, que había sido mi profesora de piano, dos cuentos escritos por los chicos. Yo parecía aún más joven de lo que era en realidad, tanto que los estudiantes me habían puesto el apodo de Carucha, y Borges era, en cambio, uno de los autores más reconocidos del siglo xx. No obstante, mandó que se los leyeran —ya estaba prácticamente ciego— y además le gustaron mucho”, relató en su autobiografía.
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“Lo invité incluso a dar algunas clases sobre el tema de los gauchos en la literatura, y él aceptó; podía hablar de cualquier cosa, y nunca se daba aires. Con sesenta y seis años, se subió a un autobús e hizo un viaje de ocho horas, de Buenos Aires a Santa Fe”, recordó y reveló una pequeña infidencia que pasaría a la posteridad: “En una de aquellas ocasiones llegamos tarde porque, cuando fui a buscarlo al hotel, me pidió que lo ayudara a afeitarse. Era un agnóstico que cada noche rezaba un padrenuestro porque se lo había prometido a su madre, y antes de morir recibió los sacramentos”.
En la provincia de Estanislao López, el futuro pontífice impartió clases de literatura española, arte y oratoria. Ser “maestrillo”, entre los jesuitas, significa estar en la etapa de formación Magisterio. Para 1977, volvió a visitar la capital provincial, esta vez fue para encabezar una disertación en el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez. La presentación se llamó “Historia y presencia de la Compañía de Jesús en nuestra tierra”.

“Una persona de la que se puede hablar cualquier cosa”
Borges diría de Bergoglio: “Enseña literatura y ha incluido mis textos en sus clases, lo cual me parece un poco exagerado. Yo trato de disuadirlo y le repito que lo mío no tiene ningún valor, que son una sarta de borradores, pero no me hace caso… Dejando de lado este detalle, el padre Bergoglio es una persona inteligente y sensata; con él se puede hablar de cualquier tema: de filosofía, de teología, de política”.
“Pero hay algo que me alarma un poco; he observado que tiene tantas dudas como yo. Lo cual no sé si está bien en un religioso. Mi madre se hubiera horrorizado de una cosa así. Pero quizá no es tan raro si tenemos en cuenta que se trata de un jesuita. Claro, esa gente es históricamente transgresora y hasta tiene sentido del humor, además de manejar conceptos que en algunos casos difieren de las otras congregaciones de la Iglesia”, concluyó el escritor.