Las polémicas paternidades de San Martín, Belgrano y Rosas: hijos bastardos, abandono y rumores de asesinato

Próceres de la historia argentina, con el pasar de los años se fueron desenterrando secretos sobre su vida privada. Algunas versiones no confirmadas, otras exponen que primero fueron hombres.
Belgrano, San Martín y Rosas
Belgrano, San Martín y Rosas Foto: archivo

Hablar de próceres argentinos es hablar de personas casi inmaculadas, más allá de lo humano que sacrificaron mucho por el devenir de lo que hoy llamamos patria. Pero detrás de aquella imagen hay hombres, que como tales vivieron y cometieron errores como cualquiera.

El paso de los años hizo que aquel “relato oficial” se desintegre y se imponga el de, diríamos, la verdad que expone aquel costado de estos personajes como su vida privada y detalles impensados. Uno de ellos es el de la paternidad de tres personajes claves: Manuel Belgrano, José de San Martín y Juan Manuel de Rosas.

Belgrano, un padre ausente

La “historia oficial” nos han enseñado que Belgrano murió soltero y sin hijos, lo cierto es que reconoció a dos hijos que tuvo de manera natural: Pedro Pablo y Manuela Mónica.

Pedro Pablo era hijo de Belgrano y María Josefa Ezcurra, cuñada de Juan Manuel de Rosas, nacido el 29 de julio de 1813. Por ser hijo extramatrimonial, Josefa nunca se había separado de su primer marido, fue anotado y criado como hijo del Restaurador de las Leyes y Encarnación Ezcurra. Recién a los 20 años se enteró de su origen. Murió el 26 de septiembre de 1863 y logrando mantener una relación de afecto con su media hermana.

Manuel Belgrano y sus hijos
Manuel Belgrano y sus hijos

Manuela Mónica nación el 4 de mayo de 1819, hija del creador de la bandera y María de los Dolores Helguero Liendo. Un poco más de un año después de su nacimiento su padre murió, pero no se olvidó de ella, ya que en su testamento le pidió a su hermano, Domingo Estanislao que “secretamente, pagadas todas sus deudas, aplicase el remanente de sus bienes a favor de una hija natural llamada Manuela Mónica que de poco más de un año había dejado en Tucumán”. Fue criada por su tía en Buenos Aires, allí conoció a su hermano Pedro Pablo y donde formó una familia hasta su muerte el 5 de febrero de 1866.

San Martín y un ¿hijo asesinado?

Oficialmente, reconoció a una hija, Mercedes, fruto de su no feliz matrimonio con Remedios de Escalada. Pero lo cierto es que tuvo amantes, varias, de las cuales habrían nacido numerosos hijos. Uno de los romances que mantuvo San Martín, y que terminaron en un bastardo, fue con la criada mulata de Remedios, la negra Jesusa que acompañó a San Martín a Chile y lo siguió a Perú. Esta relación habría dejado un varón. Con Fermina González Lobatón, dueña de un ingenio azucarero en Perú, tuvo un hijo bautizado con el nombre de Domingo de San Martín.

San Martín y su hija, Merceditas
San Martín y su hija, Merceditas

Con Rosita Campusano de Cornejo, llamada “La Protectora” y uno de sus amores más famosos, llegaron a convivir en lo que se conoce como “La Magdalena” aunque no tuvo descendencia. Pero sí la tuvo con una dama andaluza que conoció en Guayaquil: Carmen Mirón y Alayón quien parió a un niño bautizado como Joaquín Miguel de San Martín y Mirón. De este joven se rumorea que conoció a su padre en Europa, tuvo media docena de hijos y, aparentemente, murió asesinado. El Instituto Genealógico de Guayaquil lo reconoció recién en 1972 como hijo de Don José.

Rosas, entre el deber y el hacer

Pese al gran gesto que tuvo, de criar a su sobrino como hijo propio, no quedó exento de la polémica. El Restaurador tuvo 3 hijos biológicos a los que reconoció: Juan Bautista, María y Manuela Robustiana.

Manuela Rosas, hija de Juan Manuel de Rosas, historia
Manuela Rosas, hija de Juan Manuel de Rosas, historia

Pero no fueron los únicos porque a ellos hay que sumarle a Ángela, Ermilio, Joaquín, Nicanora, Justina y Adrián, frutos de su relación con su criada Eugenia Castro. Rosas intentó que Eugenia se vaya con él al exilio a Inglaterra, pero se negó y vivió en la pobreza total en Buenos Aires. Rosas se lo reprochó en cartas:“Si cuando quise traerte conmigo según te lo propuse (...) hubieras venido, no habrías sido desgraciada. Así cuando hoy lo eres, debes culpar solamente a tu maldita ingratitud”.