Guerra de Malvinas: el ataque a la “invencible” joya de la flota británica que los ingleses nunca reconocieron

El 2 de abril se cumplieron 43 años del inicio de la Guerra de Malvinas, un conflicto bélico que enfrentó a la Argentina con Reino Unido en reclamo legítimo de la soberanía sobre las islas. Una herida que no sana, pero que es necesaria recordar para generaciones futuras.
Uno de los ataques más impactantes contra los británicos invasores ocurrió el 30 de mayo de 1982, en el corazón del Atlántico Sur, el portaaviones británico HMS Invincible avanzaba en silencio. La flota del Reino Unido lo protegía con fragatas y destructores seguros para evitar que ningún enemigo podía alcanzarlos.
Según los manuales de la OTAN, cada barco inglés valía por diez aviones. Pero en el aire, un grupo de pilotos argentinos estaba dispuesto a demostrar lo contrario. Desde Río Grande, dos super Etendard surcaban el cielo al ras del mar ocultos de los radares, llevando con ellos la bala de plata de la Fuerza Áerea Argentina: el último misil Exocet disponible. Volaban tan bajo que saltaban todas las alarmas de sus aviones, pero decididos.

Un ataque al corazón de los británicos
Cuando el blanco apareció en sus pantallas, se prepararon para desatar el infierno. El capitán Alejandro Francisco, con la frialdad de un luchador curtido, fijó el objetivo y apretó el gatillo. El misil cruzó las aguas como una lanza de fuego dirigida al corazón de la flota invasora. Detrás estaba el Exocet 4 A4C Skyhawk, liderados por el primer teniente Ernesto Ureta lanzándose directo al centro de la flota enemiga.
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Fue un ataque casi suicida, no tenían misiles, solo bombas de 250 kilos para cumplir una misión a cualquier costo. Desde los buques británicos salieron ráfagas de fuego antiaéreo y misiles Seadart, la flota entera los atacaba, pero los pilotos argentinos volaban tan bajo que los proyectiles pasaban por encima.

El Exocet impactó directo sobre el objetivo, instantes después los Skyhawk atravesaron la tormenta de fuego y soltaron sus bombas en una explosión sacudió la cubierta del Invincible. Los argentinos vieron columbas de humo elevándose mientras escapaban del infierno.
Los británicos, como de costumbre, buscaron ocultar los daños recibidos. Pero ese día de mayo, entendieron que no había que subestimar al enemigo quien llegó hasta su nave más protegida.
No fue Chile: el enemigo invisible que Argentina debió afrontar y decidió la guerra
Era abril de 1982 y tras el éxito de la Operación Rosario, Argentina retoma el control de las Islas Malvinas mientras se prepara para el contraataque británico. Pero desde las sombras un enemigo en silencio se une a la “cruzada al sur” dirigida por Margaret Thatcher: Francia.
Desde París, el presidente socialista Mitterrand no tardó en contactar a la conservadora Thatcher para asegurarle el total respaldo francés en el conflicto. Dos días después, el 4 de abril, el ministro de Defensa galo recibió un pedido británico de asistencia técnica para evaluar las capacidades aéreas argentinas. La respuesta fue inmediata.

Pilotos franceses expertos en aviones Mirage volaron al Reino Unido para realizar maniobras conjuntas con los Harrier británicos. El objetivo era claro: enseñarles cómo contrarrestar el poder aéreo argentino equipado con tecnología francesa. Además, Francia bloqueó el envío de diez misiles Exocet y detuvo toda entrega de armamentos que la Armada Argentina ya había adquirido antes del conflicto, sumándose al bloqueo establecido por la comunidad europea.

Pero el apoyo del París, además de técnico y político, fue logístico. En un acto que casi roza la declaración de guerra, Francia exigió a Senegal -una de sus ex colonias- que permitiera a los británicos operar desde el aeropuerto de Dakar para facilitarle la conexión aérea hacia la isla Ascensión. Desde esta isla controlada por Estados Unidos, despegaron los bombarderos británicos que atacaron sin cesar las Malvinas.
Aunque muchas veces busca ocultarse, el apoyo de Francia, la OTAN y la comunidad europea fue clave para la victoria de Reino Unido. De otra manera, se habría visto obligado a negociar ante la valiente resistencia argentina.