Irán, Israel y Estados Unidos: ¿guerra real o puesta en escena?

La reciente cadena de ataques entre Irán, Israel y Estados Unidos dejó más dudas que certezas. Lejos de una ofensiva definitiva, lo que vimos parece haber sido una secuencia de movimientos militares cuidadosamente medidos. Con la salvedad quizás de Israel, las partes implicadas actuaron con una previsibilidad sospechosa: Irán habría evacuado sus bases de su plan nuclear más importantes antes de ser atacado; y Estados Unidos, con capacidad para golpear con mayor contundencia, eligió limitarse a intervenciones quirúrgicas cuyo daño sería menor al informado inicialmente. ¿Estamos ante una guerra real o una escenificación?
El tablero global
Este tipo de conflicto sugiere que lo que está en juego excede a los actores inmediatos. La mirada geopolítica revela otro tablero: el de la disputa entre Estados Unidos y China. Medio Oriente, especialmente el Estrecho de Ormuz, es una zona crítica por donde circula el 50% de la energía que abastece a China. Un conflicto prolongado en esta región perjudicaría seriamente a Pekín, mientras que Washington, que ya no depende de esas rutas energéticas, no vería sus intereses comprometidos. En ese contexto, ¿que interés tendría EE.UU. en terminar el conflicto?
Claro está, no solo para China es importante el Estrecho de Ormuz. India, Japón y Corea, cercanos a EE.UU., también reciben petróleo de la región, por lo que un cierre del flujo que sale de ahí afectaría a importantes aliados estadounidenses, aliados que precisa en la contención a China. Además, el volumen que sale por el Golfo Pérsico es suficiente como para que un corte en el suministro tenga repercusiones globales, empezando por un aumento de precios internacionales, y la consecuente inflación, situación que afectaría al mundo entero, incluido EE.UU. Por ende, cortar el flujo de petróleo para afectar solo a China requeriría de una precisión quirúrgica compleja, a riesgo de convertirse en una bomba económica que afecte a aliados y enemigos por igual.

¿Quién ganó?
En lo estrictamente militar, ni Israel ni Irán lograron objetivos decisivos. Israel no consiguió eliminar el programa nuclear iraní ni derrocar al régimen de Jamenei. Irán, aunque golpeado regionalmente y debilitado en Siria y el sur del Líbano, mantuvo su estructura de poder y logró impactar zonas sensibles como Haifa y Tel Aviv. Estos ataques expusieron grietas en el sistema defensivo israelí, al punto de necesitar refuerzos externos. La economía israelí, además, sufrió: dos semanas de parálisis, activación costosa de la Cúpula de Hierro y un creciente desgaste institucional.
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Tampoco es menor el papel de Estados Unidos, cuya participación fue ambigua. Si realmente quiso asestar un golpe contundente, no lo logró; si su intención fue mantener abierto un canal de negociación, se develará en las próximas semanas. La pregunta de fondo es si Washington realmente desea remover al régimen iraní... Los resultados de la “Guerra de los 12 días” podrían llevarnos a pensar que no.
¿Qué sigue?
Para Irán, el principal objetivo ahora no es militar sino económico: aliviar las sanciones y recuperar acceso a los mercados energéticos. Su economía, asfixiada y sin dólares frescos, no puede sostenerse indefinidamente. Pero esa misma recuperación económica es lo que Israel más teme, por el riesgo de que un Irán revitalizado se convierta en una amenaza aún mayor.

La figura de Netanyahu, por su parte, emerge en medio de este tablero con una paradoja: fortalecido por la unidad nacional ante el enemigo externo, pero con cuentas pendientes internas que podrían volver con fuerza. El 7 de octubre sigue siendo una herida sin explicación clara, y la sociedad israelí no ha olvidado ni los fallos de inteligencia ni la creciente polarización interna.
Más allá de todo, un hecho a señalar es que comenzó a hablarse nuevamente de los Acuerdos de Abraham, propuesta de paz para la región que Trump promocionó y alcanzó con éxito durante su primer mandato. Pero estamos en 2025 y esta vez una propuesta para lograr pacificar la región debería comenzar por Gaza... ¿será el siguiente paso?