¿Una nueva lluvia ácida?: científicos detectan un químico contaminante en precipitaciones de todo el mundo

Por décadas, la lluvia ácida simbolizó el poder destructivo de la contaminación industrial al ser el resultado de la quema de combustibles fósiles. Aunque sus efectos se lograron mitigar en muchas regiones del mundo, existe un nuevo compuesto químico, invisible y persistente, que toma su lugar: el ácido trifluoroacético (TFA), un derivado de los modernos gases refrigerantes, está siendo detectado en lluvias en distintas partes del planeta, desde Europa hasta Asia.
El TFA pertenece a la familia de los PFAS, conocidos como “químicos eternos” debido a su notable resistencia a la degradación natural. Se origina en la atmósfera a partir de la descomposición de hidrofluorolefinas (HFO), refrigerantes de nueva generación que reemplazaron a sustancias más nocivas para la capa de ozono. Pero, en este nuevo proceso, se genera un ácido que no solo es altamente soluble en agua, sino que además viaja grandes distancias y se deposita finalmente en ecosistemas naturales.

“Gracias a políticas regulatorias y avances en tecnología industrial, los niveles de estos contaminantes han disminuido significativamente en las últimas décadas. Sin embargo, el desafío de la lluvia ácida persiste, ahora con protagonistas emergentes cuyos efectos apenas comienzan a evaluarse”, señala un reciente informe publicado por la revista Nature.
Los “químicos eternos” llegan con la lluvia y encienden alertas por su impacto ambiental
La preocupación no gira en torno a una toxicidad aguda, sino a la acumulación paulatina. “Ni los sistemas de tratamiento de agua convencionales ni los procesos biológicos logran removerlo eficazmente”, advierte Climate Fact Checks. Esto significa que, con el tiempo, su presencia en lagos, ríos y napas podría afectar a especies acuáticas sensibles e incluso colarse en el consumo humano.
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Por el momento, no se confirmaron los efectos directos en la salud humana a las concentraciones actuales, pero la comunidad científica insiste en que el monitoreo debe intensificarse. “La alerta no debe convertirse en alarma, pero sí en vigilancia: el monitoreo constante y la transparencia regulatoria serán esenciales para evitar que la historia de la lluvia ácida se repita con estos nuevos actores químicos”, concluye el informe.
Así, mientras la amenaza no genera noticias ni titulares como en décadas pasadas, una nueva forma de contaminación se filtra en las lluvias. El desafío ya no es solo eliminar compuestos peligrosos, sino anticiparse a sus sustitutos y evitar que soluciones tecnológicas generen consecuencias no deseadas.