Un viaje en tren a más de 5.000 metros de altura: así es la ruta ferroviaria más alta y extrema del planeta

En el mundo de los récords ferroviarios, algunos destacan por su velocidad o longitud, pero hay uno que impresiona por la altitud que alcanza: el Ferrocarril Qinghai-Tíbet, reconocido como el tren más alto del mundo. Este recorrido no solo desafía la ingeniería, sino también los límites físicos del ser humano y la logística en condiciones extremas.
Este ferrocarril conecta la ciudad de Xining, en la provincia de Qinghai (China), con Lhasa, la capital del Tíbet, atravesando una distancia de aproximadamente 1.956 kilómetros. A lo largo de su trayecto, el tren alcanza su punto más alto en el Paso de Tanggula, situado a 5.072 metros sobre el nivel del mar, lo que lo convierte en el punto ferroviario más elevado del mundo.

Un tren que supera los desafíos de la altitud
La altitud extrema presenta varios retos para los pasajeros y la infraestructura. Para mitigar los efectos de la baja concentración de oxígeno, los vagones están equipados con un sistema de oxigenación que mantiene los niveles de oxígeno en el aire a aproximadamente el 23%, similar al de las ciudades de altitud moderada. Además, los pasajeros pueden acceder a dispositivos portátiles de oxígeno si lo requieren.
Una de las características más impresionantes de este ferrocarril es que más de 960 kilómetros de su recorrido transitan por terrenos donde el permafrost, o suelo permanentemente congelado, es predominante. Para evitar el derretimiento del permafrost, que podría comprometer la estabilidad de las vías, se construyeron 675 puentes con una longitud total de aproximadamente 160 kilómetros.
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El trayecto en sí ofrece vistas impresionantes de paisajes montañosos, lagos de aguas turquesas y vastas llanuras. Lugares como el lago Qinghai, el desierto de Hoh Xil y las montañas Tanggula son solo algunos de los escenarios que los pasajeros pueden contemplar durante su viaje.
Más allá de su hazaña técnica, el Ferrocarril Qinghai-Tíbet ha tenido un enorme impacto en la región. Entre sus beneficios, facilitó el acceso al Tíbet, promoviendo el turismo y el comercio, y mejoró la conexión entre comunidades aisladas. Sin embargo, también generó debates sobre su influencia en la cultura tibetana y el medio ambiente local, sobre todo teniendo en cuenta las emisiones de carbono.